Sunday, May 28, 2006

DE PROFESIÓN: ESTAFADOR

A estas alturas, ya no sé de qué me sorprendo. Pero lo cierto es que últimamente la siempre célebre picaresca española que nos acompaña desde tiempos del Lazarillo está viviendo una época de auge casi sin precedentes. Primero lo del asunto este de los sellos, que nada más verlo se da uno cuenta de que es algo tan surreal y tan desmesurado que sólo puede pasar en España. Sin ir más lejos, en mi oficina ya han surgido como de debajo de las piedras múltiples afectados por la movida filatélica trapezoidal esta, dado que al parecer, uno de los empleados se dedicaba en su tiempo libre a captar clientes para Afinsa, imagino que a comisión, y debió de captar a más de uno y más de dos. Al parecer, justo el día en que saltó la noticia este buen hombre se cogió la baja, por lo que dicen. Un abogado de otro Departamento lo explicaba con claridad meridiana, en nuestro particular Camera Café cotidiano: "Hace bien, si de todos modos se la va a tener que coger de todos modos por las hostias que le van a caer. Imagínate, con todos los afectados que hay, sólo con que le dé cada uno una hostia, ya se va a tener que coger la baja". Y es que no hay nada que tiente más al español que la posibilidad de conseguir DINERO GRATIS, o lo que es lo mismo, ser lo suficientemente espabilao para llevarse más pasta que el pringao de al lado sin dar un palo al agua.


Pero claro que no es lo mismo engañar a un español, que a un guiri que viene aquí a disfrutar de la playa, el sol, la paella y el tinto de verano. Ayer, mientras nos ausentábamos impunemente de un ritual nupcial al que supuestamente estábamos convocados, algunos sujetos de dudosa reputación, como el Diplomaster, el Sultan Abdul Hamid II o quien esto suscribe, entre otros, nos desayunábamos nuestros zuritos y nuestros pinchos de tortilla con esta asombrosa noticia. La cosa, si se para uno a pensarlo, no difiere mucho de lo de los sellos: en vez de montar una red para organizar operaciones inmobiliarias reales, no organizamos nada, robamos el dinero a la gente prometiendo viviendas que no existen, y luego, eso sí, montamos un circo interpretativo de la hostia para intentar justificar tan absurda operación. Parece ser que los afectados, no contentos con ser estafados, volvían a confiar ciegamente en la agencia inmobiliaria y en vez de denunciar los hechos en el Juzgado, lo hacían ante "abogados ficticios" asalariados por la propia empresa. O sea, el auténtico timo de la estampita. Mencionaban viviendas que tenían hasta 100 propietarios distintos, ahí es nada (que como quieran ir todos en julio y agosto a la multipropiedad, pues ya me diréis...).

Hoy, en plena resaca dominical, leo este otro insólito timo. Se acusa a los presuntos estafadores de haber actuado "con ánimo de enriquecerse ilícitamente". Y es que aquí ya no nos sorprende tanto el timo en sí, como el hecho de que a alguien le enseñen un puto trastero y el comprador pueda llegar a considerarlo una vivienda en toda regla y soltar casi 20 kilitos del ala por habitarla. Vamos, que llegamos ya a un punto en el que no evaluamos ya la legitimidad de que una persona time a otra si puede (esto lo damos ya como consustancial a la naturaleza del individuo español), sino que nos centramos más en el atolondramiento y la credulidad del pringao al que le timan.


En un país en el que sigue funcionando el timo de la estampita y la justicia poética del "chasseur chassé", uno siempre esta ávido de este tipo de noticias que pongan en evidencia lo que lleva dentro el genuino y auténtico español. Incluso yo mismo estoy pensando en iniciar una serie de posts dedicados a los grandes timos de la historia, por su alto valor meritorio, más allá del bien y del mal. Puede que precisamente porque todos llevemos en nuestros genes una parte de ese cobrador de Afinsa que se coge la baja de la noche a la mañana, y no podamos evitar que siempre nos sorprenda más la inocencia de algunos que la perspicacia de otros. O dicho de otra manera: que en España lo que gusta es reírse del tonto, y admirar secretamente al espabilao, al listillo y al aprovechao.

Thursday, May 25, 2006

¡POR DIMITROV!

La Embajada Rusa de París, situada en la calle Grenelle, había sido un edificio hermoso hasta el momento en que le habían instalado puertas de hierro con mirillas y demás dispositivos de seguridad de todo tipo imaginable. Tras la Liberación liderada por el general De Gaulle en 1944, las recepciones se celebraban en salas doradas, resplandecientes por la acción de una poderosa luz eléctrica, y una ruidosa radio sustituía, desde un aparador, a la orquesta de cuerda. Todo esto hacía de aquel lugar el escenario idóneo para el representante de Stalin, Sergei Bogomolov, el más hedonista de todos los embajadores... si es que tal carácter se mide por el consumo de alcohol.

Una noche, después de que los embajadores de los Tres Grandes hubiesen presentado una minuta conjunta en el Quai D'Orsay, Bogomolov pidió al embajador estadounidense Jefferson Caffery y al británico Duff Cooper que lo acompañaran a la Embajada Rusa. "Había allí dos mesas -registró en su diario este último-, una para los tres embajadores y otra para los tres secretarios: Eric, MacArthur y Ratiani". En el centro de la mesa se dispusieron platos con lonjas de esturión, tarros de caviar, huevos y sardinas, a fin de acompañar la bebida. Bogomolov comenzó la velada proponiendo unos quince brindis, todos con vodka. Se daba por hecho que los otros dos embajadores habían de seguir su ejemplo.

El primero en sucumbir fue el propio secretario de Bogomolov, Ratiani, que cayó al suelo mareado; y no hubo de pasar mucho tiempo antes de que tuvieran que acompañar a sus coches al resto de los diplomáticos presentes. Ni Caffery ni el mismo Bogomolov se dejaron ver hasta bien entrada la tarde del día siguiente. Por su parte, tanto Duff Cooper como MacArthur cayeron seriamente enfermos y hubieron de guardar cama durante varios días.

En otra ocasión en que se celebraba una cena "à quatre", la señora Bogomolov puso fin, por fortuna, a la competición alcohólica, cuando su marido empezó a proponer una retahila de "ingeniosos brindis, tales que parecía poco cortés, poco patriótico, ingrato o grosero no aceptarlos". La esposa del anfitrión llegó incluso a reprenderlo por interrumpir a sus invitados, pero no sirvió de mucho.


El fragmento que acabáis de leer pertenece al libro "París: después de la liberación" de Antony Beevor y Artemis Cooper, una de las más fascinantes descripciones de la turbulenta sociedad parisina de posguerra. Al contrario que sus libros más célebres sobre la batalla de Stalingrado o la caída de Berlín, éste tiene la particularidad de que no profundiza en detalladas crónicas militares repletas de datos sobre divisiones, regimientos y ejércitos de artillería, sino que se limita a ofrecer un retrato perfecto de lo que era aquel mitificado Paris liberado del yugo de los nazis, con sus clubs de jazz, sus revueltas, sus zazous, sus revolucionarios de salón, sus escritores existencialistas y sus oscuras conspiraciones criptocomunistas. La de Bogomolov no es la única anécdota etílica que surge entre sus páginas, especialmente en lo concerniente a las relaciones diplomáticas entre el gobierno provisional de Charles De Gaulle y la Unión Soviética. Beevor narra por ejemplo el mítico e intrincado viaje de los mandatarios franceses a Moscú para firmar con Stalin un tratado de colaboración destinado a aplastar el régimen de Hitler. Lo que viene a ser el sandwich alemán que todos conocemos y que culminó varios meses después con el asalto al Reichstag, los suicidios en el bunker de la Cancillería del Reich, y todo eso que habéis visto mil veces en las pelis de la Segunda Guerra Mundial. En representación de Francia acudieron entre otros Charles de Gaulle, el general Juin, y el ilustre Georges Bidault, antiguo líder de la Resistencia durante el período de ocupación.

El festín celebrado por Stalin en el Kremlin no fue, con todas sus evidentes muestras de ostentación, un acontecimiento alegre. Estuvieron presentes unos cuarenta funcionarios rusos, la delegación francesa, el encargado de negocios de la embajada británica y Averell Harriman, embajador estadounidense. Stalin propuso una serie interminable de brindis, empezando por algunos que halagaban a sus invitados, y a los que siguieron unos treinta más en honor a sus subordinados rusos: Molotov, Beria, Bulganin, Voroshilov... y así hasta la base de su jerarquía.


Cada vez que levantaba su vaso al final de uno de sus breves discursos, gritaba: "¡Acércate!", a lo que el destinatario del brindis en cuestión había de rodear la mesa a la carrera a fin de hacer chocar su vaso con el de Stalin. El resto de los circunstantes permanecía sentado, sumido en un silencio sepulcral. El mariscal levantó su licor y, con un tono de voz tan suave que resultaba desconcertante, se dirigió al jefe del estado mayor del aire soviético para amenazarlo acto seguido en un alarde brutal de humor de verdugo. (...)

El tratado franco-soviético se firmó por fin a las cuatro de la madrugada, una vez que las dos partes lograron alcanzar un acuerdo en lo referente al gobierno títere de Stalin en Polonia. Hubieron de reanimar rápidamente a Georges Bidault, que había perdido el conocimiento en el banquete a causa del alcohol, para hacer que los dos ministros de Asuntos Exteriores estamparan su firma en el documento bajo la atenta mirada de Stalin y De Gaulle, de pie tras ellos. "Il faut fêter cela!", apremió Stalin, y enseguida sirvieron más comida y más vodka.

Cuando uno lee estas cosas, siempre se acuerda de esas reuniones sociales de los viernes o los sábados por la noche, ya sabéis, esas a las que vas simplemente para conversar con amigos comunes sobre cualquier cuestión de actualidad, te hacen el lío, y terminas en un estado etílico lamentable brindando por Stalin, por Dimitrov y por los viejos tiempos. Esas en las que tratas de mantener el tipo y seguir bebiendo cuando en realidad estás más cocido que un langostino, sólo porque en algún oscuro punto de conciencia reside un orgullo secreto que se resiste a negar la evidencia de que ya no tienes veinte años y de que te vas a pasar los próximos dos días con mareos, nauseas, y desequilibrios varios en tus biorritmos. Pero al igual que De Gaulle o que Bidault, hay que mantener el tipo, recordarle a tu interlocutor que puedes estar a su altura cada vez que te reta a otro diabólico brindis. En el fondo, tranquiliza pensar que no hay tanta diferencia entre la basura humana que muchas veces sentimos que somos (sobre todo esos domingos que despertamos de la siesta a las siete de la tarde), y lo que fueron en el pasado los grandes generales y jefes de estado que cambiaron el rumbo de la historia. Al fin y al cabo, si nos fiamos de la versión de Beevor, algo tan importante como el destino de toda la sociedad europea de la segunda mitad del siglo XX fue decidido en un comedor a las cuatro de la mañana por cuatro tíos completamente beodos.

Thursday, May 18, 2006

EL CAMINO DEL SAMURAI



Si ahora la chavalería se distingue por su compulsiva obsesión por los móviles, los Ipods y los videojuegos, en los años ochenta existía una curiosa obsesión, hoy un tanto anacrónica, que todo chaval debía experimentar en algún momento de su infancia: las artes marciales. La imagen de ese gimnasio de KARATE KID con el tatami, las espalderas, y los jóvenes con kimonos y cinturones de colores dando patadas al aire es una imagen tan ochentera como los créditos iniciales de EL COCHE FANTÁSTICO. ¿Quién no recuerda a aquel pseudo-aspirante a "tough guy" de la clase, al que la gente temía porque "sabía karate"? ¿Quién no recuerda aquellas horrendas revistas de taekwondo y ninjutsu?

Quizás por ello los ochenta fueran el momento propicio para que se publicaran cosas como esta: el Teenage Mutant Ninja Turtles Martial Arts Authorized Training Manual, un cómic (por llamarlo de alguna manera) que pretendía ser un manual de artes marciales para que el pajero lector de comics con gafas al que le daban de hostias en el colegio aprendiera, en la soledad de su hogar, los oscuros secretos de las artes de la guerra. La portada anterior nos indica que estamos ante el nº 5 de la serie (o sea, ¡que hubo por lo menos cuatro números más!), y nos informa de que se trata del "Authorized Training Manual" (ah, bueno, menos mal que es "autorizado", pero... ¿autorizado por quién?). No especifica qué arte marcial en concreto es la que vamos a aprender, ni cómo se supone que podremos obtener alguna distinción en la susodicha, pero es igual. Lo importante es que uno puede aprender a combatir contra pérfidos oponentes que hacen el Mal sólo con leerse unos tebeos. Yo personalmente me imagino al niño de turno en su habitación haciendo movimientos heroicos como de Tai-chi, ahí, con el tebeo en una mano, imitando a una especie de Sonny Chiba con una espada de juguete. Veamos lo que estos educativos comics enseñaban en los 80 a los niños de la América más WASP (porque quiero pensar que esto nunca se editó en España, ¿no?).



Por un lado, como vemos, la auténtica vida al límite, en la que cualquier momento podría fácilmente ser el último. Los combates son a vida o muerte, nada de mariconadas como en el judo-club de tu barrio.


Sí, bueno, digamos que para el tipo de público al que el cómic iba dirigido, esta última frase podía perfectamente aplicarse a otros ámbitos de la vida, ¿no creéis?



O sea, que también nos enseña las coreografías marciales necesarias para mandar a alguien al otro barrio, algo que no sé yo si sería muy acorde al Comics Code y a los sagrados mandamientos de Fredric Wertham, pero bueno, como es un manual "autorizado"...


Pero eso sí, aunque tú seas un samurai con honor y un ninja despiadado experto en la Técnica del Escorpión, no hay por qué cortar a tu enemigo en rebanadas haciendo un uso innecesario de la violencia, por Dios. Mucho más recomendable es la opción de pirarse cagando hostias y evitar cualquier enfrentamiento. Un consejo, sin duda, que podría exhimir de toda responsabilidad a los editores en el hipotético caso de que algún chaval decidiera convertirse, tras leer el cómic, en el Asesino de la Katana versión Wisconsin.

Esta joya ochentera del papel barato, por supuesto, no la he descubierto yo (a ver por quién me tomáis...), sino el ilustre Mike Sterling, autor de uno de los blogs viñeteros más divertidos que existen. Un tío de lo más singular al que yo me imagino más bien como uno de esos personajes de las películas de Kevin Smith, un treintañero cachondo que se pasa el día metido en la tienda de comics a la búsqueda de este tipo de rarezas arqueológicas. Luego a lo mejor el hombre es totalmente distinto a lo que se espera, pero desde luego su garito virtual, adecuadamente denominado Progressive Ruin, es uno de esos que no puede faltar en la carpeta tebeística de cualquier lista de bookmarks.

Tuesday, May 16, 2006

KNIGHT RIDER: THE MOVIE


La imparable fiebre por reciclar todo el material de derribo con el que algunos crecimos en los años ochenta debe estar ya a puntito de quedarse sin materia prima. En cuestión de películas basadas en series de televisión añejas, el último proyecto anunciado es nada menos que la versión cinematográfica de EL COCHE FANTÁSTICO. Que no sé si estaréis de acuerdo conmigo, pero fue y será siempre la serie ochentera por antonomasia. Aún recuerdo las circunstancias en las que veíamos cada episodio, cuando las familias españolas de origen urbanita veraneaban en el apartotel de turno en el Mar Menor o en la Costa Brava, y los hijos de las susodichas nos apretujábamos, sentados en el suelo, frente al habitual televisor Zenith o Telefunken que había en la sala de estar del complejo hotelero correspondiente. Notando la brisilla del mar y el calorazo del exterior, a eso de las tres y media, se empezaba a oír la eterna sintonía de la serie, interrumpida por los clásicos gritos infantiles ("shhhh! Callaos!" "¡Que ya empieza!", "¡Eh, chaval, que ahí estaba yo!", ...). Claro que luego los años pasan y el destino, tan cruel e irónico como de costumbre, acaba volviéndose en contra de los antiguos triunfadores. No hace mucho leíamos en la prensa que David Hasselhoff había sido arrestado por la Policía de Los Angeles por conducir de forma temeraria completamente beodo. Precisamente él, el defensor de la ley y el órden, el héroe juvenil que conducía el que supuestamente era el mejor coche del mundo. Tan sólo era el último episodio de su habitual descenso a los infiernos del alcoholismo, la violencia de género, y sus excursiones por Betty Ford y Alcohólicos Anónimos.


Sin embargo, si Hasselhoff logró sobrevivir como mito catódico en los 90 gracias a LOS VIGILANTES DE LA PLAYA, el nuevo siglo no iba a ser menos. Y es que tan pronto como Glen A. Larson y los Weinstein anunciaron en sociedad el nuevo proyecto cinematográfico, todos los fans empezaron a hacer cábalas sobre el reparto y sobre quién coño interpretaría esta vez a Michael Knight, a Devon, a Bonnie y a la voz enlatada de KITT. En los mentideros de la IMDB, las elucubraciones son muchas y muy variadas, desde Vin Diesel como Michael y James Earl Jones como la voz del automóvil, pasando por algunas teorías absolutamente descacharrantes, como la del falso híbrido entre EL COCHE FANTÁSTICO y REGRESO AL FUTURO, según la cual Michael J. Fox haría de Michael, Christopher Lloyd de Devon, y Elizabeth Shue de Bonnie.

Estoy seguro de que todos podemos hacernos nuestras pajas mentales con el reparto (a mí por ejemplo me molaría ver a todo un Geoffrey Rush como Devon), pero lo cierto es que parece no haber nada confirmado salvo una cosa: el único actor que aparece como confirmado en la ficha de la IMDB es, precisamente... ¡David Hasselhoff! Y no en plan cameo paródico, como pudo ser el que tuvo en LOS SEXOADICTOS as himself, sino de nuevo en la piel de Michael Knight. ¿Será la resurrección del Ave Fenix? Según dónde se mire, el dato parece que no está universalmente aceptado. En Comingsoon no se confirma nada, pero por ejemplo en Movie Tome podemos leer: "David Hasselhoff appeared on "Friday Night with Jonathan Ross" and confirmed rumours of movie versions of both Baywatch and Knightrider. It had also been rumoured that Steven Spielberg was going to direct Baywatch, but David Hasslehoff said that was untrue, although his company Dreamworks had brought the rights to both movies and that they were in development. Hasselhoff stated he would not be appearing in the Baywatch movie as he is too old, but that he would definately be in the Knightrider movie."


Resumiendo: por un lado, que no sólo vamos a tener peli de KITT, sino también de BAYWATCH, más conocida como LOS VIGILANTES DE LA PLAYA; y por otro lado, que el protagonista de la peli de KNIGHT RIDER va a volver a ser el mismísimo Hasselhoff, a la tierna edad de 54 años. Vale que más delito tiene lo de volver a fichar a Harrison Ford para hacer de Indiana Jones (cualquier día nos sacan una de James Bond con Sean Connery), pero aun así, digo yo que los productores tratarán de no ser demasiado fieles al estilo de la serie, y evitarán que Hasselhoff vaya por Venice Beach con la camisa desabrochada combatiendo el crimen y el delito. Del resto del reparto no se sabe nada, aunque suena el nombre de la neumática Yasmine Bleeth para hacer de Bonnie. Y del guión, pues a saber, que lo mismo es una versión alargada del episodio piloto en el que Michael Long se convierte en Michael Knight, o una aventura independiente con algún villano de la serie, como aquel Coche Fantástico del Mal conocido como KARR, archienemigo de KITT donde los haya. A mí me habría gustado que se tomaran la cosa más a la ligera e hicieran algo como lo que hizo Todd Phillips con STARSKY & HUTCH, pero desgraciadamente me temo lo peor, que la peli acabe convirtiéndose en un show de coches y playas californianas tipo 2 FAST 2 FURIOUS.

Respecto al proyecto de BAYWATCH (o BABEWATCH, como le llamaba una que yo me sé), desconozco quién hará de Mitch Buchannon, aunque la verdad, mucho me temo que en este film en concreto, la identidad del protagonista va a ser lo de menos.


Friday, May 12, 2006

LOS GLOBETROTTERS DE FICCIÓN



Recuerdo que cuando yo tenía unos once años, hubo una época en la que el baloncesto estuvo más o menos de moda. Es decir, que durante el recreo, en vez de jugar a fútbol el 100% del alumnado masculino, sólo jugaba el 95%, mientras que el otro 5% trataba de esquivar los balonazos que venían en dirección perpendicular mientras emulaba a Andrés Jiménez, a Scottie Pippen o a Spud Webb, por decir alguno. Era la época en que proliferaban las revistas de baloncesto como Gigantes del Basket, o aquella otra en formato A3 a todo color cuyo nombre no recuerdo. Era la época en la que el antiguo Caja Bilbao estaba en primera división, y hasta aspiraba a jugar en los play-offs, o como se llamaran. La época en la que echaban por la tele los partidos de la NBA en Cerca de las Estrellas, aquel programa nocturno que hacía Ramón Trecet con el omnipresente Esteban Gómez. La época en la que hasta yo, que no hago deporte ni aunque me amenacen con secuestrar y matar a toda mi familia, me dedicaba a tirar triples en el patio de la ikastola casi a diario, y hasta ponía la tele expresamente para ver algún partido. Y fue durante esta época cuando vinieron a Bilbao nada menos que los Harlem Globetrotters, a actuar en directo en el pabellón de La Casilla para todos los bilbainos y bilbainas. Que para un chaval inocente de mi edad, era como para vosotros hoy en día cuando oís que en Basurto van a tocar Placebo y Guns'n'Roses y ya empezáis a mojar las bragas, con perdón de la expresión.

Por aquella época, se decía que los Globetrotters eran el mejor equipo del mundo, que hacían virguerías que ningún otro jugador del mundo podía hacer, que encestaban tiros de espaldas y con los ojos vendados, y ganchos desde el campo contrario, y que eran los auténticos dioses de este deporte. Cuando uno preguntaba a ver por qué no jugaban en la NBA si eran tan buenos, le decían que es que de lo buenos que eran se salían del baremo, por así decirlo. Vamos, que como superaban todo lo existente en materia de destreza baloncestística, pues no tenía mucho sentido que jugaran en ninguna liga ni campeonato, porque total iban a ganar de todas maneras.


La realidad, obviamente, era muy otra. La cuestión no radicaba en que los Globetrotters fueran jugadores tan cojonudos, que no lo eran, sino en que más que baloncestistas eran una suerte de artistas de circo ambulantes que viajaban por el mundo con su espectáculo (de ahí el nombre). Que vinieran los Globetrotters a tu ciudad no era muy distinto de que viniera el Cirque Du Soleil. Se trataba de un espectáculo de piruetas y cabriolas previamente ensayado para desatar el júbilo y la risa del respetable. La única diferencia que podía tener con un circo al uso era que todo el show estaba basado en actos de baloncesto. Se decía que los Globetrotters no eran realmente jugadores de baloncesto, sino artistas que hacían "baloncesto de exhibición". Venían a montar un espectáculo, y ojo, era un espectáculo de la hostia, pero un espectáculo al fin y al cabo. Cuando yo lo vi en el Pabellón de La Casilla, la cosa consistía (y supongo que sería la tónica general) en una sucesión de diversos números y coreografías sorprendentes ejecutadas por los señores afroamericanos del equipo, y después, un partido contra el equipo comparsa de turno, incluido en la gira, y contratado ex profeso para perder una y otra vez contra los Globetrotters en todas las canchas que pisaran (equipos ya expertos en la auto-humillación pública, como los Washington Generals o los New York Nationals).


Vale que la historia de los Globetrotters se remonta muy atrás, y que no siempre fueron un equipo de exhibición (por no hablar de que lo de "Harlem" era un mero reclamo comercial, porque la sede del equipo estaba en Chicago). Pero no voy a ahondar aquí en la curiosa historia y anecdotario de este singular equipo, si acaso se puede dejar para otro post, si es que los lectores tienen algún interés por el tema. Lo que ahora me interesa es la figura pública de estos deportistas como combo icónico de la cultura popular. Porque los Globetrotters, en su época de máxima gloria, llegaron a protagonizar películas, tebeos, programas infantiles, ¡y hasta tuvieron su propia serie de dibujos animados! Puede que en España esto de que los deportistas de élite acaben haciendo series y películas nos suene raro, quitando como mucho a un López Iturriaga, o a un Romay, por aquello de que se reciclaron a presentadores de televisión. Pero cuando hablamos de los States la cosa cambia mucho, porque allí la sociedad del espectáculo es la misma esencia de la civilización. En un país donde las elecciones a gobernador de California las ganan los actores de westerns y películas de acción, o donde un tío al que su mujer le corta la polla acaba destacando como actor porno, esto de que te concedan el honor de protagonizar tu propio producto audiovisual supone el mayor honor de cualquier famoso con algo de talento. En medio de esa sociedad en la que priman los adornos decorativos y las luces de colores, la fachada sobre el contenido, los que crecieron durante los años setenta, como el blogger Marty McKee, recuerdan a los Globetrotters como si recordaran a la Kelly Family, o como los españoles que estamos ya en la treintena recordamos a Parchís o a Enrique y Ana. Repasemos brevemente el historial catódico de estos artistas.

Su primera aparición estelar fue en la ya pleistocénica película THE HARLEM GLOBETROTTERS (1951). En la peli salían desde auténticos globetrotters haciendo de sí mismos ("Goose" Tatum, Marques Haynes, "Babe" Presley, Ermer Robinson, etc.) hasta auténticos actores profesionales para los personajes principales, como Dorothy Dandridge, Bill Walker o Angela Clarke. Curiosamente, también salía el entonces dueño del equipo, el mítico Abe Saperstein, como personaje, pero no "as himself", sino interpretado por el actor Thomas Gomez. La peli podría considerarse, hilando fino, un blaxploitation adelantado a su tiempo, aunque concentrara su argumento en torno al clásico drama para el público juvenil: un muchacho torpe en los estudios que abandona el instituto para ingresar en los Globetrotters, y de paso descubriendo el amor por una chica, con los virtuosos baloncestistas ejerciendo de secundarios graciosos pero tiernos. La peli incluye bastante metraje auténtico de partidos contra los Celtics, así como el célebre calentamiento del equipo al ritmo de la peculiar versión del Sweet Georgia Brown que tenían por himno.



De todos modos, la fiebre por los Globetrotters no llegaría hasta los 70, que fue cuando el equipo pasó a ser propiedad de Metromedia, una de las plataformas de radio y televisión más importantes de Norteamérica (un poco como nuestro grupo Prisa, por poner un ejemplo). Los directivos de esta corporación creyeron que el célebre equipo sería un perfecto reclamo para protagonizar una de esas series de animación de Hanna-Barbera que echaban los sábados por la mañana. Los Harlem Globetrotters, como protagonistas animados de la serie homónima, estuvieron en antena desde 1970 hasta 1973, primero en la CBS, y luego en la NBC (cambio de cadena que propició también el cambio del título de la serie a THE GO-GO GLOBETROTTERS), y fueron los primeros personajes de color (de color negro, digo) en protagonizar unos dibujos animados, si exceptuamos a Valerie Brown, la corista negra aquella que salía en JOSIE AND THE PUSSYCATS. El argumento de la serie no era tampoco muy original que digamos, y no distaba mucho del de otros cartoons deportivos tipo CAMPEONES, BATEADORES, etc. Los personajes son versiones animadas de los que por aquel entonces eran los auténticos "star players" de los Globetrotters, a saber, "Meadowlark" Lemon, "Curly" Neal, "Geese" Ausbie, "Gip" Gipson, y demás ídolos de la chavalería. A estos se sumaban otros personajes ficticios como Granny, que ejercía de entrenador y chófer del autobús del equipo, y el sempiterno perro Dribbles, la mascota del equipo. En mayo de 1973, esta primera serie dejó de emitirse, aunque Hanna-Barbera conservó los personajes, y hasta los utilizó para algunos episodios especiales de Scooby Doo, aquellos que duraban una hora y en los que acostumbraban a hacer crossovers con otros personajes del estudio (llegaron a salir "guest stars" tan ilustres como los Three Stooges o Batman y Robin).


Tras pasar varios años durmiendo el sueño de los justos, en 1979 Hanna-Barbera recuperó de nuevo a los Globetrotters para una nueva serie titulada THE SUPER GLOBETROTTERS consagrada en exclusiva a estos ases del baloncesto, y que ya rozó los límites del género Extreme Bizarre por antonomasia. Si no recuerdo mal, estos son los dibujos de los que incluso se pudo ver algún episodio en España, con el doblaje hispanoamericano habitual en la época. Atención al argumento: en esta serie, los Globetrotters ya no son simples baloncestistas, sino superhéroes con identidades secretas que tienen superpoderes y luchan contra supervillanos absolutamente rocambolescos. Los personajes son alter egos de los Globetrotters de moda por aquel entonces, como Twiggy Sanders, Sweet Lou Dunbar y Nate Branch (a quien por cierto, ponía la voz mi admirado Scatman Crothers). Tienen objetos mágicos, y Dunbar lleva oculto en su pelo afro una especie de taquilla dimensional en la que los personajes entran y se transforman en los superhéroes (un poco como Superman en la cabina telefónica). Las identidades secretas eran el descojono: Nate Branch se transforma en Liquidman (que tiene el control sobre el agua y sus propiedades), Twiggy en Spaghetti-Man (una especie de hombre estirable que puede usar su propio cuerpo como liana o escalera colgante), y Sweet Lou en Gizmoman (el hombre del pelo a lo afro del que extrae todo tipo de objetos en el momento en que más se necesitan). Otros Globetrotters más veteranos tampoco carecen de alter-egos absurdos: Curly Neal se convierte en Sphereman, un tío con miembros retractiles capaz de transformarse en un balón de baloncesto e ir dando botes por ahí o camuflarse en plan Mortadelo para espiar a los malosos de turno, y Geese Ausbie en Multiman, que podía auto-clonarse instantáneamente y generar varios tíos iguales que él. Y luego además, todos ellos pueden volar, claro.

Y si ya los protagonistas eran bizarros, qué decir de los incomparables villanos, como Museum Man (una especie de vigilante de un Museo de Historia Antigua capaz de hacer que los fósiles o las estatuas egipcias cobren vida), Bullmoose (que llevaba un sombrero con unos cuernos de ciervo, y que salía siempre secundado por un puñado de sidekicks de lo más chorra), o Tattoo Man (un extraterrestre que podía hacer que sus tatuajes cobraran vida propia). Este último personaje, según la Wikipedia, era idéntico a uno de los enemigos de Green Lantern, lo cual seguramente era una especie de guiño cómplice, puesto que Michael Rye, que interpretó al Green Lantern de los dibujos animados, era quien ponía también la voz del narrador en la serie que nos ocupa. La estructura de todos los episodios era más o menos la misma: los Globetrotters trabajan para Crimeglobe, una especie de satélite gigante con forma de balón de baloncesto, que es quien les encarga las misiones. Tras ingeniárselas para llegar hasta el malo de turno, los Globetrotters acaban siempre retando al villano y a sus secuaces a un partido de baloncesto, en plan duelo final en la cumbre. Al principio, los villanos utilizan sus superpoderes y empiezan ganando, pero finalmente los Globetrotters ponen en juego los suyos y acaban remontando el partido hasta acabar venciendo gloriosamente a los malos en el último minuto. El despiporre, vamos.


No fue esta la última aparición de los Globetrotters como personajes animados: los fans de Futurama recordarán que en cierta ocasión, en la popular serie de Matt Groening, los Globetrotters, que en el siglo 31 tienen un planeta propio, retan al Planeta Tierra a un partido de baloncesto. Pero dejando a un lado sus apariciones puntuales en diversos shows televisivos, el único programa propio que tuvieron estos señores físicamente (además de los dibujos, quiero decir) fue el célebre THE HARLEM GLOBETROTTERS POPCORN MACHINE, que se emitía los sábados por la mañana allá por 1974, y que era una especie de formato de humor con sketches, chistes, canciones, números de baloncesto, y algunos clips más o menos educativos, una especie de BARRIO SESAMO sin muñecos y protagonizado por estos deportistas ilustres.

En lo concerniente a la gran pantalla, y siguiendo con los crossovers con otros personajes de la cultura popular americana, los Globetrotters protagonizaron en 1981 la increíble película THE HARLEM GLOBETROTTERS ON GILLIGAN'S ISLAND, junto con Bob Denver y otros actores de la serie original de GILLIGAN'S ISLAND. La trama consistía en poco más que un episodio alargado de la serie original: los Globetrotters, que han ido a parar casualmente a la isla porque su avión se ha estrellado justo al lado (curiosamente, todos ellos sobreviven al siniestro), aprovechan ya que estan allí y ayudan a Gilligan y a los suyos a espantar a los típicos malos que quieren quedarse con la isla por su gran riqueza energética. En esta ocasión los villanos son el mad doctor de turno y su ayudante, que pretenden construir allí su super-ejército de robots para dominar el mundo, pero como viene siendo habitual, la cosa culmina en un partido de baloncesto final entre los Globetrotters y los robots del perverso científico, en el que por supuesto ganan los Globetrotters. Al parecer, el guión estaba pensado nada menos que para una peli protagonizada por las cheerleaders de los Dallas Cowboys (!!!), pero al final parece que el proyecto no prosperó y reciclaron el asunto para hacerla con los Globetrotters. Como es lógico, no he tenido el honor de ver esta joya del trash, ni creo que se pueda conseguir hoy en día con facilidad, pero Marty McKee la define en su blog como "what may possibly be the worst film ever made", lo cual la convierte en un producto ciertamente tentador para el aficionado. Tan sólo mencionar, a modo de anécdotas, que el villano lo interpretaba nada menos que el gran Martin Landau (no precisamente en el mejor papel de su carrera), y que había una escena en la que los Globetrotters luchaban contra un voraz tiburón del océano, al que derrotaban literalmente lanzándole balones de baloncesto en plan animal. Ni qué decir tiene que si algún lector de este blog tiene acceso a tan insólita joya televisiva, ya me la está pasando (pagaré religiosamente).


Y bueno, creo que tras este super-tocho ya es suficiente por hoy, que cualquier día me echan del blogger este por brasas. Queda emplazado para el porvenir algún otro post baloncestístico sobre los Globetrotters reales (aquí sólo hemos mencionado los de ficción), que contaron con figuras tan legendarias como Wilt Chamberlain, y convirtieron en Globetrotters honoríficos a personas tan cruciales para el destino de la humanidad como Henry Kissinger o el Papa Juan Pablo II. Y también algún otro sobre ese fascinante género cinematográfico que son las Películas de Baloncesto, como aquella con Gene Hackman, o la que hizo William Friedkin con Shaquille O'Neal. O ya puestos, y entrando ya en el terreno autobiográfico, me podría currar alguna Guía Oficial del Gran Kahuna que llevaría un título en plan Las Diez Mejores Maneras de Perder un Balón de Baloncesto, y que incluiría lecciones didácticas tan valiosas como la de Cómo Introducir un Balón Mikasa Inflado por el Hueco de un Ascensor, o la de Cómo Lograr que el Sultán Abdul Hamid II lance tu Balón fuera de la Ikastola justo bajo las Ruedas de un Camión (para un Puto Día que lo Sacas de Casa), pero esto ya implicaría sacar a relucir profundos traumas infantiles del autor de este blog, y bien sabemos que no hay necesidad de llegar a esos extremos. Que tengan todos un buen día.

Saturday, May 06, 2006

PELÍCULAS INCREÍBLEMENTE EXTRAÑAS


5. BLIND BEAST (1969)

Aunque el nombre de esta sección es bastante inexacto, lo cierto es que a la película que hoy nos ocupa le viene como anillo al dedo, porque es verdaderamente una peli muy rara y muy turbia a todos los efectos. O como dice la gente, un film "raro raro raro". Fue dirigida por uno de los directores japoneses más reivindicables de la historia, el gran Yasuzo Masumura, considerado por muchos el fundador de la New Wave del cine nipón de los 60, algo así como el Godard japonés, aunque su cine no tenga tampoco mucho que ver con el de Godard, pero bueno... En su peculiar filmografía destacan títulos tan bizarros como GIANTS & TOYS (delirante comedia pop sobre guerras corporativas entre empresas de dulces y chucherías), AFRAID TO DIE (la peli de yakuzas más enloquecida de su época), o como BLIND BEAST, que es de la que hoy hablamos. Ni qué decir tiene que en España jamás se ha estrenado ni editado comercialmente ninguna peli de Masumura, por lo que me refiero a ellas por los títulos de las ediciones americanas, que imagino serán más útiles para el personal que los originales en japonés.

Vayamos por partes: para empezar, en BLIND BEAST sólo aparecen tres personas, tres únicos actores durante toda la película, a saber, un escultor ciego que vive con su madre (Eiji Funakoshi), su madre propiamente dicha (la veterana actriz Noriko Sengoku), y una modelo de fotos eróticas (la actriz taiwanesa Mako Midori, especialmente sexy como de costumbre). Ya está, sólo esos tres, ni secundarios, ni figurantes, ni nada. Para seguir, casi toda la peli transcurre en el mismo lugar, y en dos únicos decorados: el estudio del escultor Michio, y la casita adjunta en la que vive con su madre. Tan sólo las dos primeras escenas se ubican en otros escenarios: la primera en una exposición de arte, y la segunda en casa de Aki, la modelo. La cosa va de que esta última pide un buen día un masajista que le venga a casa a aliviarle un poco la tensión, y allí se presenta Michio quien, haciéndose pasar por masajista y con la complicidad de su madre, secuestra a Aki y la encierra en su estudio, en el que transcurrirá el resto de la trama del film.


Michio lleva toda su vida esculpiendo recreaciones del cuerpo femenino, basándose únicamente en el tacto. Todo su estudio es un gigantesco pabellón permanentemente en penumbra (al fin y al cabo él, siendo ciego, no precisa de luz), plagado de enormes partes anatómicas repartidas por toda la estancia: cientos de piernas y brazos asoman por las paredes, orejas gigantes, labios, narices, pechos... Y en mitad del local, dos cuerpos femeninos enormes, uno boca arriba y el otro boca abajo. A pesar de esta obra tan prolífica, Michio está decidido a llevar a cabo su obra maestra definitiva, una obra de arte basada en el tacto, que según él, es el más perfecto de los sentidos, que ha estado siempre marginado por la injusta dictadura de lo visible. Le pide a Aki que haga de modelo para su gran obra, y que si accede, cuando termine la escultura, la dejará marchar. Aki, obviamente, da por hecho que este buen hombre está como un cencerro y tan sólo quiere escapar de ese sitio tan absurdo como sea. Al principio se muestra reticente a colaborar en tan magno proyecto artístico, pero luego, al ver que ni Michio ni su madre tienen intención de dejarla salir de allí, pues se presta a posar para el escultor en cuestión. El proceso creativo consiste en que el ciego le mete mano constantemente a la modelo, y tras sobarla apropiadamente, plasma sus impresiones en la escultura que va moldeando. Entre la modelo y el escultor va surgiendo una relación más íntima, y ella no duda en entablar sensuales juegos de seducción con él, insinuándosele sexualmente con el objeto de aprovechar el calentón del artista para escapar.

A mitad de la peli, la trama da un giro bastante brusco: la madre comienza a sentir celos por la presencia de Aki, que está ganándose la confianza de su hijo poniendo en juego todos sus encantos. Michio ha vivido con su madre toda su vida y, lamentablente, no ha conocido mujer (bíblicamente, se entiende), y claro, el estar permanentemente encerrado en su estudio sobando los muslos de Miko Midori pues hace que esté en estado eréctil casi permanente y que se le nuble el juicio y el entendimiento, y a veces no atienda a razones. La madre trata de librarse de Aki ayudándola a escapar, pero Michio les pilla y se desata un pifostio de gritos y acusaciones, y en mitad de la refriega, la madre se golpea la cabeza con un mueble y la palma. Michio se pone entonces hecho un basilisco, culpa a Aki de la muerte de su madre y, libre por fin de la vigilancia materna, da rienda suelta a sus instintos y viola a Aki en plan animal. El resto de la peli transcurre con los dos personajes encerrados en el estudio a oscuras. Van pasando las semanas, los meses, y ante la ausencia de algo mejor que hacer, Aki y Michio se dedican a estar allí encerrados follando y descubriendo los límites del placer carnal. Al estar tanto tiempo entre tinieblas, el sentido de la vista de Aki va deteriorándose, y el sentido del tacto va agudizándose. La relación final entre Michio y Aki supone una perversa exploración de las sensaciones y los sentidos, a base de ir cada vez más y más lejos en el proceso de experimentar el contacto humano, el sexo, el dolor, la mutilación y la muerte. El final, como es obvio, es absolutamente brutal y granguiñolesco, inolvidable para cualquier espectador sensible.


Así descrita, la peli no parece tan extravagante, pero hay que tener en cuenta que todo lo antedicho transcurre en un decorado completamente surreal, como en un cuadro de Dalí, con los actores andando y moviéndose por un paisaje plagado de orejas, labios y tetas gigantes, o sea, un escenario de lo más chocante para esta historia de obsesión, deseo y sadomasoquismo. La peli se divide claramente en dos actos: el primero más narrativo y con abundante diálogo, muy teatral, y el segundo, a partir de la muerte de la madre, más visual, atmosférico y enfermizo, rozando el softcore. Los personajes van cayendo en un abismo de vicio y pasión, van desarrollando una especie de adicción al sexo que cada vez les exige ir más y más allá, estirando los límites de las capacidades físicas. En contra de lo que pudiera parecer, no se trata de una peli muy explícita en lo sexual; al contrario, lo más que llegamos a ver son las tetas de Aki, es decir, que gráficamente no es muy extrema, pero conceptualmente el film llega hasta extremos bastante dolorosos, ahondando en el siempre célebre vínculo entre sexo y muerte tan habitual en el cine nipón, el equilibrio entre Eros y Thanatos, o de cómo intensificar el orgasmo (la Petite Morte) hasta los límites de un climax mortal. Todo ello en mitad de esa atmósfera onírica y simbólica, en ese decorado acojonantemente absurdo, con una ambientación casi expresionista en la que los rostros blanquecinos de los actores brillan en mitad de la negra oscuridad, y con una banda sonora hipnótica y envolvente. El arranque de la historia, con esa sucesión de fotos eróticas congeladas en blanco y negro, y esa voz en off tan falsa como la de EL CREPÚSCULO DE LOS DIOSES (¿es el alma de Aki quien narra la historia de cómo su cuerpo escapó a su control?), contribuye a situar la historia en un terreno claramente fantástico y confuso.

Muchas de las ideas morales que contiene BLIND BEAST son muy típicas de la cultura japonesa. La polémica concepción de que la mujer sólo pueda ser conquistada a través de la dominación (lo que el español de a pie expresaría como "a las tías en el fondo les gusta que les den caña, son todas unas putas") está presente en el cambio de actitud de Aki tras ser violada, mientras que lo que provoca el cambio en Michio (de artista racional e inspirado a animal irracional guiado por los bajos instintos) es la desaparición de la figura de la madre, de ese nexo edípico que mantiene, de algún modo, la estabilidad y la cordura en los hombres. Un conflicto de género un tanto políticamente incorrecto en nuestros días. Por no hablar del conflicto moral que vertebra toda la trama: ¿quién es mejor? ¿El artista que secuestra por la fuerza a Aki pero le abre su corazón y le es sincero en todo momento? ¿O Aki, víctima que miente y manipula constantemente a los hombres con sus encantos para obtener lo que quiere? BLIND BEAST es, sin lugar a dudas, un film de personajes y de relaciones morales entre personas.


Las referencias que todos manejamos para describir esta película van desde las obras más emblemáticas del erotismo nipón, como EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS o A WOMAN CALLED SADA ABE (con las que comparte la visión tan peculiar de una relación sexual llevada al límite), a otras obras de secuestros, obsesiones y síndromes de Estocolmo, o de mad doctors que experimentan con las vidas de mujeres hermosas. A BLIND BEAST se la ha comparado, que yo sepa, con EL COLECCIONISTA, GRITOS EN LA NOCHE, LES YEUX SANS VISAGE, THE DEFILERS, y hasta con pelis españolas como ATAME o BILBAO. En realidad la historia proviene de una novela serializada del autor japonés Edogawa Rampo, publicada en el periódico Asahi entre 1931 y 1932, aunque presenta notables diferencias con el original, ya que en la versión escrita Michio era casi un psycho-artist que secuestraba a múltiples jovencitas para crear sus obras, mientras que en el film la historia se centra únicamente en la relación entre Michio y una de sus víctimas. En una época en la que el éxito de la televisión estaba haciendo que el cine japonés perdiera a su público a marchas forzadas, BLIND BEAST fue una de las películas que explotaron el filón del erotismo y el destape en su país de origen, que era lo que la TV aún no podía ofrecer a los súbditos de Hirohito.

La única edición comercial de este film de la que yo tengo constancia es la americana en zona 1, editada por el sello Fantoma, en su DaieiScope original y con un color y un sonido especialmente reseñables. Está en japonés con subtítulos en inglés, no incluye ninguna pista de audio en inglés ni en ningún otro idioma. Los extras no son nada del otro mundo, pero teniendo en cuenta que hablamos de una película ignota de un cineasta aún más ignoto, pues el material gráfico y la biografía de Masumura se agradecen, puesto que no es un director sobre el que haya muchos ensayos publicados que digamos. Al parecer, este mismo mes sale a la venta una edición aparentemente idéntica en el Reino Unido, del sello Yume Pictures, que en Play puede comprarse ya al precio de 15 pounds. No es la única obra de Masumura que el fértil mercado del DVD está desenterrando: Fantoma tiene otro buen puñado de títulos de este insólito cineasta, y en el Reino Unido, está pendiente la aparición de alguno más en los próximos meses. Una oportunidad estupenda para recuperar estas pelis, o para esperar a que algún alma caritativa las ripee y nos las ceda gratuitamente por esas redes de pares que tan buenas cosechas dan.